Chicago, Illinois - Entre las principales recomendaciones de las guías de 2018 para el tratamiento del colesterol de la American Heart Association (AHA) y del American College of Cardiology (ACC), se incluyen evaluaciones del riesgo más personalizadas y nuevas opciones de medicamentos para reducir el colesterol para personas que corren un riesgo más alto de sufrir enfermedades cardiovasculares (ECV).
Las guías se presentaron hoy en Chicago en las sesiones científicas del 2018 de la asociación, el foro mundial anual de primer orden para el intercambio de los últimos avances en ciencia cardiovascular para investigadores y médicos. Las guías se publicaron de manera simultánea en la revista Circulation de la American Heart Association y en la Journal of the American College of Cardiology.
“Las guías actualizadas hacen hincapié en la importancia de llevar una vida saludable, de modificar el estilo de vida y de la prevención. Se basan en el cambio más relevante que realizamos en las recomendaciones para el tratamiento del colesterol del 2013 para poder concentrarnos en identificar y abordar los riesgos de por vida de las enfermedades cardiovasculares”, declaró Ivor Benjamin, M.D., FAHA, presidente de la American Heart Association. “Tener niveles altos de colesterol aumenta ese riesgo de manera significativa, sea cual sea la edad. Por eso es tan importante que, incluso desde una edad temprana, se adopte un estilo de vida saludable para el corazón, y se conozcan y mantengan unos niveles de colesterol saludables”.
Casi 1 de cada 3 adultos estadounidenses tienen niveles altos de colesterol de lipoproteínas de baja densidad (LDL-C), también llamado colesterol “malo” porque contribuye a la acumulación de sustancias grasas y al estrechamiento de las arterias. Alrededor de 94,6 millones (39,7%) de los adultos estadounidenses tienen unos niveles de colesterol totales iguales o superiores a 200 mg/dl, mientras que las investigaciones muestran que las personas con niveles de LDL-C iguales o inferiores a 100 mg/dl tienden a tener índices más bajos de cardiopatías y derrames cerebrales, lo que confirma la filosofía de “menos es más”.
“El tratamiento para el colesterol alto no es el mismo para todas las personas y, en ese sentido, esta guía establece claramente la importancia de una atención personalizada”, afirma Michael Valentine, M.D., FACC, presidente del American College of Cardiology. “Durante los últimos cinco años, hemos aprendido aún más sobre las nuevas opciones de tratamiento y qué pacientes pueden beneficiarse de ellas. Al ofrecer un plan de tratamiento para los médicos, les proporcionamos las herramientas para ayudar a sus pacientes a conocer y controlar su riesgo para, así, vivir una vida más larga y sana.
Un informe especial, que se publicó de manera simultánea como complemento de las guías para el tratamiento del colesterol, ofrece una perspectiva más amplia sobre el uso de las evaluaciones del riesgo cuantitativas en la prevención temprana de enfermedades cardiovasculares. La calculadora de riesgo, que se introdujo en las guías del 2013, sigue siendo una herramienta fundamental para ayudar a los profesionales de la salud a identificar el riesgo a 10 años de un paciente de sufrir una ECV.
Puesto que la calculadora utiliza fórmulas basadas en la población, ahora, las guías animan a los médicos a hablar con los pacientes sobre los “factores de aumento del riesgo”, lo que puede ofrecer una perspectiva más personalizada del riesgo de una persona, además de los factores de riesgo tradicionales como el consumo de tabaco, la hipertensión arterial y la hiperglucemia, para abordar el riesgo subestimado o sobreestimado en algunos individuos. Entre los factores de aumento del riesgo se incluyen los antecedentes familiares, la etnia y algunas afecciones de salud como el síndrome metabólico, la insuficiencia renal crónica, las afecciones de inflamación crónica, la menopausia prematura o la preeclampsia y los biomarcadores de niveles altos de lípidos. Esta información adicional puede marcar la diferencia en el tipo de plan de tratamiento que necesita una persona.
En prevención primaria y secundaria, cuando los niveles altos de colesterol no pueden controlarse mediante una dieta o ejercicio, la primera línea de tratamiento suelen ser las estatinas, que normalmente están disponibles en formato genérico y cuentan con una eficacia probada para reducir de manera fiable y eficaz los niveles de LDL-C y el riesgo de ECV.
Ahora, las guías recomiendan que se utilicen de manera selectiva otros medicamentos para reducir el colesterol que puedan añadirse al tratamiento con estatinas en aquellas personas que ya hayan sufrido un ataque cardíaco o un accidente cerebrovascular, que corran el máximo riesgo de sufrir otro y cuyos niveles de LDL-C no se reduzcan de manera adecuada mediante un tratamiento con estatinas. Las guías recomiendan que para estos pacientes se utilice un método por pasos basado en la ezetimibe, disponible como un genérico, junto con las estatinas. Si esa combinación no funciona lo suficientemente bien, se podría incorporar un inhibidor de la PCSK9, concretamente para aquellas personas que corran un riesgo muy alto. Este método también puede tenerse en cuenta en prevención primaria para aquellas personas que padezcan una afección genética que les genere unos niveles muy altos de LDL-C.
“Existía cierta preocupación sobre el costo de los inhibidores de la PCSK9 y algunas compañías de seguros han tardado bastante en cubrirlos. Por lo tanto, es importante tener en cuenta que el valor económico de estos nuevos medicamentos podría ser significativo solo para un grupo muy específico de personas que no han obtenido resultados con otros tratamientos”, declaró Benjamin. “La asociación está reuniendo a las personas implicadas para hablar sobre las dificultades económicas para la atención de cardiopatías y derrames cerebrales. Nos ha hecho sentir esperanzados el hecho de que las empresas farmacéuticas hayan decidido recientemente reducir el precio de los inhibidores de la PSCK9 y estén realizando acuerdos con los pagadores para reducir la carga financiera a los pacientes que no puedan beneficiarse de otras opciones de tratamiento”.
“El College of Cardiology ya reconoció hace tiempo que el costo de los inhibidores de la PCSK9 ha dificultado el acceso de los pacientes a los mismos. Estamos comprometidos con ayudar a los médicos con los problemas de acceso al tratamiento, al mismo tiempo que con reunir a las partes implicadas, incluidos el pagador y representantes del sector y de los médicos, para hablar sobre las oportunidades de avanzar juntos”, dijo Valentine. “Nuestro objetivo es garantizar que los pacientes que corran el máximo riesgo tengan acceso al tratamiento que necesitan”.
Una vez que se inicie el tratamiento, ya sea que solo se realicen modificaciones en el estilo de vida o se incorpore medicación, el cumplimiento del tratamiento y la eficacia deben evaluarse entre las 4 y las 12 semanas siguientes mediante un perfil lipídico en ayunas y, posteriormente, volver a realizar la prueba cada 3-12 meses en función de las necesidades establecidas.
Otro nuevo aspecto de las guías es la recomendación de la medición del calcio en las arterias coronarias (CAC) en aquellas personas que se encuentren en alguna de las categorías de riesgo, cuando su nivel de riesgo no sea evidente y las decisiones sobre el tratamiento no estén muy claras. Un índice de CAC con valor cero suele indicar que el riesgo de sufrir una ECV es bajo y es posible que signifique que esas personas pueden renunciar o al menos retrasar el tratamiento para reducir los niveles de colesterol siempre y cuando no sean fumadores o no presenten otros signos característicos de un riesgo alto. Esta medición de la placa de calcio consiste en una exploración del corazón no invasiva que debe realizar un profesional de la salud cualificado en un centro que proporcione la tecnología más avanzada.
Reconocer el efecto acumulativo de un colesterol alto a lo largo de la vida, identificarlo y tratarlo a tiempo puede ayudar a reducir el riesgo de por vida de sufrir una ECV. Las pruebas selectivas de colesterol son adecuadas para niños a partir de dos años que tengan antecedentes familiares de cardiopatías o de niveles de colesterol altos. En la mayoría de los niños, se puede considerar realizar una prueba a los 9 y a los 11 años y, después, a los 17 y a los 21. Debido a una falta de indicios suficientes en jóvenes adultos, no existen recomendaciones específicas para ese grupo de edad. No obstante, es fundamental que sigan un estilo de vida saludable, sean conscientes del riesgo de los niveles altos de colesterol y reciban el tratamiento que se adecue a cada edad para reducir el riesgo de cardiopatías y accidentes cerebrovasculares a lo largo de su vida.
Estas medidas diarias para reducir el riesgo de sufrir una ECV deben empezar a adoptarse a una edad temprana. Es posible que los niños no necesiten medicamentos, sin embargo, el hecho de comenzar a adoptar hábitos saludables a una edad temprana puede marcar una diferencia en el riesgo que corren a lo largo de su vida. Cuando se detectan niveles de colesterol altos en niños, los médicos consideran que es necesario realizar pruebas a otros miembros de la familia, porque es posible que no se hayan dado cuenta de que sus niveles de colesterol son altos, ya que el conocimiento de los niveles y el tratamiento pueden salvar vidas.
Las guías proporcionan recomendaciones más específicas para algunas edades y grupos étnicos, así como para personas con diabetes, todas ellas importantes para la discusión exhaustiva e individualizada entre el paciente y el professional.
El comité que ha redactado la guía estaba presidido por Scott Gundy, M.D. y Neil Stone, M.D. Otros miembros que formaban parte del comité son Alison L. Bailey, M.D.; Craig Beam, CRE; Kim K. Birtcher, PharmD; Roger S. Blumenthal, M.D.; Lynne T. Braun, Ph.D., CNP; Sarah de Ferranti, M.D.; Joseph Faiella-Tommasino, Ph.D.; Daniel E. Forman, M.D.; Ronald Goldberg, M.D.; Paul A. Heidenreich, M.D.; Mark A. Hlatky, M.D.; Daniel W. Jones, M.D.; Donald Lloyd-Jones, M.D; Nuria Lopez-Pajares, M.D.; Chiadi E. Ndumele, M.D.; Carl E. Orringer, M.D.; Carmen A. Peralta, M.D.; Joseph J. Saseen, PharmD; Sidney C. Smith, Jr, M.D.; Laurence Sperling, M.D.; Salim S. Virani, M.D.; y Joseph Yeboah, M.D. Los datos públicos del autor están en el artículo.