Dallas, Texas - Los niños y adolescentes que sufren malos tratos y acoso escolar, presencian actos de violencia o se enfrentan a otras adversidades son más propensos a desarrollar enfermedades cardiovasculares en la edad adulta. Así lo afirma un nuevo informe científico de la American Heart Association publicado en su revista Circulation.

El informe se basa en una revisión de una investigación científica publicada en una serie de revistas médicas revisadas por expertos. En ella se documenta una estrecha relación entre lasDallas, Texas -  experiencias adversas durante la infancia y la adolescencia y una mayor probabilidad de desarrollar factores de riesgo como la obesidad, la hipertensión arterial y la diabetes tipo 2 antes que otras personas que no experimentan ninguna experiencia adversa. Estos factores de riesgo aumentan la probabilidad de desarrollar enfermedades y afecciones cardíacas y vasculares en la edad adulta; por ejemplo, coronariopatías, infartos de miocardio, accidentes cerebrovasculares, hipertensión, obesidad y diabetes tipo 2.

"La verdadera tragedia es que los niños son los primeros que están expuestos a estas experiencias traumáticas", afirma la doctora en Ciencias Shakira Suglia, presidenta del grupo encargado de la redacción del informe y profesora asociada de epidemiología en la Universidad Emory de Atlanta, Georgia (EE. UU.). "Estamos hablando de niños y adolescentes que sufren malos tratos y abusos sexuales, y que presencian actos de violencia. Desgraciadamente, las consecuencias negativas de experimentar esto no terminan cuando acaba el propio suceso; se prolongan durante muchos años más".

"En un plano ideal, lo primero que queremos es evitar que estos hechos ocurran, así como prevenir las consecuencias para la salud que se derivan de estas experiencias", declara Suglia.

El término "adversidad" suele definirse como cualquier circunstancia que los niños perciben como una amenaza a su seguridad física o que pone en peligro su estructura social o familiar. Por ejemplo, el abuso sexual; el abandono; el acoso escolar por parte de compañeros; la violencia doméstica; el divorcio, la separación o la muerte de los padres; la drogadicción de los padres; vivir en un vecindario con altos índices de criminalidad; la carencia de hogar; la discriminación; la pobreza, y la pérdida de un familiar u otro ser querido.

Casi el 60 % de los estadounidenses afirman haber sufrido alguna adversidad durante la infancia.

Aún no está claro cómo la adversidad estimula las anomalías cardiovasculares y metabólicas, pero hay pruebas que señalan que las reacciones conductuales, mentales y biológicas al aumento del estrés parecen desempeñar un papel importante.

 

Por ejemplo, las reacciones poco saludables al estrés (como fumar o comer en exceso) pueden ser la causa del mayor riesgo que tiene este grupo de desarrollar enfermedades cardiovasculares y diabetes. Se sabe que el estrés infantil recurrente y crónico aumenta el riesgo de que niños y adolescentes sufran depresión, ansiedad y trastornos afectivos, lo que les lleva a tener comportamientos poco saludables que suelen desembocar en enfermedades cardiovasculares y metabólicas. Los brotes repetitivos o los niveles crónicamente altos de estrés podrían alterar el funcionamiento y el desarrollo inmunes, metabólicos, nerviosos y endocrinos normales.

No todos los niños que crecen enfrentándose a adversidades desarrollan enfermedades cardíacas o vasculares. Esta conclusión señala la existencia de una serie de factores biológicos, ambientales, culturales y sociales que pueden ayudar a reducir el riesgo y prevenir el desarrollo de enfermedades. Tal y como apuntan los investigadores, si se sigue investigando para entender mejor estos factores, algún día podremos desarrollar estrategias preventivas.

En la actualidad, no existe ninguna directriz nacional para que los profesionales médicos supervisen casos de adversidad en niños y adolescentes. "Tenemos que investigar más para entender mejor cómo ayudar a prevenir o retrasar el desarrollo de enfermedades cardíacas y vasculares en personas que han experimentado adversidades en la infancia".

Los autores advierten que las pruebas son observacionales y que no demuestran necesariamente una relación de causa y efecto. Sin embargo, añaden que el hecho de que el corpus de investigación esté creciendo rápidamente indica con claridad que la adversidad infantil es un factor modulador de la enfermedad y la salud poderoso y decisivo.

Entre los coautores del informe científico figuran Karestan Koenen, Ph.D.; Renée Boynton-Jarrett, M.D., Sc.D.; Paul Chan, M.D., M.Sc.; Cari Clark, Sc.D.; Andrea Danese, M.D., Ph.D.; Myles Faith, Ph.D.; Benjamin Goldstein, M.D., Ph.D.; Laura Hayman, Ph.D., R.N.; Carmen Isasi, M.D., Ph.D.; Charlotte Pratt, M.D., M.Sc.; Natalie Slopen, Sc.D.; Jennifer Sumner, Ph.D.; Aslan Teyfik, M.D., M.H.S.; Turner, M.D.; Christy Turer, M.D.; y Justin Zachariah, M.D.