Dallas, Texas - La exposición ocupacional a altos niveles de pesticidas elevó el riesgo de sufrir cardiopatías y accidentes cerebrovasculares en un grupo de hombres japoamericanos con buena salud en general, según un estudio publicado recientemente en el Journal of the American Heart Association, la revista de acceso libre de la American Heart Association.
“El estudio resalta la importancia de usar un equipo de protección personal durante la exposición ocupacional a pesticidas y de documentar dicha exposición ocupacional en la historia clínica, así como controlar los factores de riesgo estándar de sufrir cardiopatías”, afirma Beatriz L. Rodriguez, M.D., Ph.D., M.P.H., coautora del estudio y profesora de medicina geriátrica en la Universidad de Hawái en Manoa.
Se trata de los últimos hallazgos del Kuakini Honolulu Heart Program, en el que participaron más de 8000 japoamericanos en Oahu entre 1965 y 1968. Los hombres que participaron en el estudio tenían edades entre los 45 y los 68 años, e informaron ellos mismos su profesión. Desde entonces, se ha sometido al grupo a varias pruebas y los investigadores están realizando también un seguimiento de todas las causas de muerte y la evolución de algunas enfermedades. Los datos disponibles sobre las tasas de cardiopatías y accidentes cerebrovasculares llegaban hasta diciembre de 1999, lo que supone un seguimiento de 34 años.
Se estimó la exposición a pesticidas usando una escala de la Occupational Safety and Health Administration que evalúa la intensidad y duración de la exposición ocupacional de cada trabajo. En comparación con hombres que no habían estado expuestos, en los 10 primeros años de seguimiento, los investigadores observaron:
- Un riesgo un 45% más alto aproximadamente de sufrir cardiopatías o accidentes cerebrovasculares debido a la exposición a pesticidas (46% tras el ajuste por la edad; 42% tras el ajuste por otros factores de riesgo de sufrir cardiopatías además de la edad).
- La ausencia de una relación importante entre niveles de exposición entre bajos y moderados a los pesticidas y el riesgo de sufrir cardiopatías o accidentes cerebrovasculares.
Los pesticidas tienen una vida media prolongada, por lo que los efectos para la salud pueden producirse años después de la exposición. A través del análisis de distintos intervalos temporales, los investigadores descubrieron que el efecto máximo de la exposición sobre el riesgo de sufrir cardiopatías y accidentes cerebrovasculares se producía durante los primeros 10 años.
“Tras realizar el seguimiento de hombres durante 34 años, la relación entre la exposición a pesticidas en el trabajo y las cardiopatías y los accidentes cerebrovasculares dejó de ser relevante. Probablemente esto se debió a que otros factores relacionados con la edad se volvieron más importantes y enmascararon la posible relación de los pesticidas y la aparición de enfermedades cardiovasculares a una edad más avanzada”, comentó Rodríguez.
En el estudio participaron únicamente hombres con ascendencia japonesa y los resultados pueden no ser aplicables a mujeres u otras razas.
“Estudios anteriores han revelado que los hombres y las mujeres pueden responder de forma distinta a la exposición a los pesticidas. Una clase de pesticidas puede provocar ataques cardíacos en mujeres, pero no en hombres; del mismo modo que algunos pesticidas pueden causar cardiopatías en hombres, pero no en mujeres. Las hormonas pueden tener un papel fundamental en el impacto de la exposición del pesticida y la aparición de enfermedades cardiovasculares”, afirma Zara Berg, Ph.D., coautora del estudio y profesora de ciencias adjunta del Fort Peck Community College en Poplar, Montana.
A pesar de que el estudio se realizó únicamente en japoamericanos de primera o segunda generación, se obtuvieron resultados similares en personas de mediana edad con altos niveles de exposición a pesticidas en Taiwán.
Otros coautores son James Davis, Ph.D.; Alan R. Katz, M.D., M.P.H.; Robert V. Cooney, Ph.D.; y Kamal Masaki, M.D. Los conflictos de interés de los autores están en el artículo.
El estudio contó con el apoyo de: Kuakini Medical Center, Honolulu, Hawái; National Institute on Aging, National Heart, Lung, and Blood Institute, National Institute of Neurological Disorders and Stroke, National Institute for Occupational Safety and Health; y J. David Curb Memorial Fund.