Washington, DC - Muchas gracias. Quisiera agradecer al presidente Duque, al secretario general Almagro y a sus respectivos equipos por haber organizado este 49º Período de Sesiones de la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos. Valoramos su firme e incansable liderazgo.

Estados Unidos se complace en anunciar hoy nuestro apoyo continuo al secretario general Almagro y su rol al frente de esta institución, así como a su deseo de ser considerado para otro mandato. Estados Unidos apoya orgullosamente su candidatura a la reelección.

También quisiera reconocer el excelente trabajo de nuestro representante permanente, el embajador Carlos Trujillo, y de nuestra delegación.

Me complace estar aquí en nombre del secretario Pompeo, quien les envía sus saludos desde el G-20 y también en nombre del subsecretario John Sullivan, que no pudo acompañarnos hoy. Confiamos en que esta sea una Asamblea General de la OEA sumamente productiva.

Es muy grato estar aquí en Medellín al frente de la delegación estadounidense. Me complace tener la posibilidad de ver nuevamente a muchos de mis colegas del hemisferio para hablar sobre las oportunidades y los desafíos que tenemos en común. Estados Unidos considera sumamente valiosa a la OEA y su rol como foro político preeminente en el Hemisferio. Juntos debemos esforzarnos para fortalecer a la OEA y abordar eficazmente los obstáculos que enfrentamos hoy y que se interponen a nuestros valores, así como aquellos que enfrentaremos en el futuro.

Es oportuno que esta Asamblea colabore activamente en las acciones para que los Estados Miembros reanuden su compromiso con la democracia como nuestro legado más importante para la generación venidera de nuestros ciudadanos y líderes en el hemisferio.

Nos reunimos aquí en Medellín para conmemorar también los 70 años transcurridos desde la adopción, aquí en Colombia, de la Carta de la OEA y de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, un documento que sigue siendo la base misma del sistema interamericano de derechos humanos.

Es importante recordar la significancia histórica de ese momento y el notable impacto que ha tenido para el resto de nuestro mundo. La Declaración Americana proclama que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”. Este anuncio valiente y autoevidente fue la base central de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que ha iluminado a esta región y al resto del mundo con ella.

Desde la adopción de la Carta de la OEA y la Declaración Americana, nuestra región ha enfrentado el arduo desafío de cumplir lo prometido en estos documentos visionarios.

Hoy vivimos en una región donde los pueblos han hecho enormes sacrificios para fortalecer y consolidar nuestros logros democráticos. El respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales ya no es la excepción sino la norma. El compromiso de nuestros gobiernos con la democracia y el estado de derecho están consagrados en la Carta Democrática Interamericana, que ha servido de inspiración a otros compromisos democráticos similares en todo el mundo.

La Carta Democrática sigue siendo nuestra brújula mientras intentamos fortalecer la gobernanza democrática en toda América. La Carta exige que nuestros gobiernos trabajen juntos para promover y proteger las instituciones de la democracia representativa que todos valoramos. Este fue un compromiso paradigmático cuando se estableció en 2001, y sigue distinguiendo a la OEA de la mayoría de las demás organizaciones regionales.

A fin de que la OEA como institución sea eficaz ante estos desafíos, los Estados Miembros soberanos debemos reasumir nuestro compromiso en este sentido. Esto implica dar un paso adelante para que la OEA actúe sobre una base firme y eficiente, con el apoyo y el respaldo financiero de todos sus Estados Miembros.

Teniendo esto presente, quisiera destacar la importancia de la decisión, tomada en la Asamblea General de 2017, para reducir la dependencia de la organización de un único Estado Miembro. Fue un paso importante, que reflejó el mayor sentido de responsabilidad con respecto al éxito de la OEA y un reparto más equitativo de las cargas económicas.

Implicará tomar decisiones delicadas, que nos obligan a identificar primero y luego enfocar nuestras prioridades, pero en última instancia pondrá a la OEA en una situación financiera y política más sostenible.

Deseo reconocer la iniciativa del secretario general Almagro, que ha puesto a la OEA en una situación financiera más firme a lo largo de los dos últimos años. Todavía queda mucho por hacer, y ansiamos seguir cooperando con todos los Estados Miembros en la agenda de prosperidad y reforma para nuestra Organización en las próximas semanas.

A su vez, la OEA debe seguir demostrando su capacidad de respuesta ante los cambiantes desafíos políticos actuales. Debemos ser realistas y pragmáticos al afrontar nuestros desafíos comunes en la región.

La crisis en Venezuela encabeza la lista. Como sabemos, no es tan solo una crisis en Venezuela. Se ha transformado en una crisis regional, cuyos efectos se sienten con contundencia aquí en Colombia, así como en otros Estados Miembros de la OEA y más allá de estos. Esto requiere de una colaboración continua regional y de la OEA. Estamos muy agradecidos por el firme liderazgo demostrado por la OEA.

La crisis en Venezuela es esencialmente política, y tiene profundas consecuencias humanitarias, económicas, sociales y de otro tipo. Es por eso que la solución debe ser política. Recién cuando el exrégimen de Maduro dé un paso al costado y abandone el control sobre las instituciones estatales podrá iniciarse una transición política genuina. Después de todo, ¿cómo podemos pretender que Maduro actúe de buena fe cuando su régimen revoca la inmunidad a diputados electos?

¿Cómo podemos esperar que Maduro respete las instituciones democráticas cuando ha detenido ilegalmente y ha denegado el acceso humanitario a varios miembros de la Asamblea Nacional, incluido Edgar Zambrano, así como a Roberto Marrero, jefe de gabinete del presidente interino Guaidó? No es un hombre con el que podamos negociar. La salida definitiva de Maduro es el primer paso necesario para el restablecimiento de la democracia. Por supuesto, esa medida sola es necesaria, pero no suficiente.

Como todos saben, debe haber elecciones libres y justas, llevadas a cabo por el gobierno de transición del presidente interino Juan Guaidó.

El rol de la OEA continúa siendo crítico para todos estos esfuerzos. Primero debemos enfrentar los hechos con claridad. Luego debemos tomas las medidas que correspondan.

Al igual que en Nicaragua, está claro que ha ocurrido una alteración del orden democrático. Debemos respetar la Carta Democrática y reconocer esta realidad, y luego actuar para defender y restablecer la democracia.

Para este fin, continúa siendo nuestra incumbencia atender a las demandas del pueblo nicaragüense de una reforma democrática genuina, y a sus reclamos de que los responsables de violaciones generalizadas de derechos humanos a manos de miembros de fuerzas de seguridad leales al presidente Daniel Ortega y a la vicepresidenta Rosario Murillo rindan cuentas por sus actos.

Estados Unidos apoya los mecanismos establecidos por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, un órgano independiente, para defender los derechos humanos y la gobernanza democrática en Nicaragua. Instamos enérgicamente al Gobierno de Nicaragua a implementar las recomendaciones emitidas por la Comisión y a permitir que los mecanismos de seguimiento regresen a Nicaragua.

A la luz de los acontecimientos en curso, debemos considerar cómo avanzar con las medidas de conformidad con la Carta Democrática, algo que el Consejo Permanente de la OEA ya ha comenzado a hacer a solicitud del Secretario General. En numerosas ocasiones, Nicaragua ha dilapidado oportunidades para mantener el tipo de diálogo inclusivo y honesto que exige la Carta.

Solo procuramos lo que todas las naciones de la OEA quieren para sus pueblos: el restablecimiento del orden democrático, elecciones libres y justas con observación internacional creíble, respeto por los derechos humanos universales y la liberación incondicional de los presos políticos. No nos dejemos engañar por la “ley de amnistía” que la Asamblea Nacional aprobó el 9 de junio, antes de la liberación de más de 100 presos en los días siguientes.

Decenas de personas continúan detenidas por ejercer sus derechos humanos y libertades fundamentales. Estados Unidos rechaza categóricamente una amnistía indiscriminada que absolvería a los responsables de abusos y violaciones de derechos humanos mientras, al mismo tiempo, se sigue prohibiendo el ejercicio de los derechos humanos y las libertades fundamentales a la población general.

La negativa del régimen a tomar medidas significativas sobre la base de sus compromisos de iniciar reformas democráticas importantes ha demostrado una innegable mala fe. A pesar de que el Gobierno de Nicaragua dice lo contrario, sabemos la verdad: que Ortega ha convertido a Nicaragua en un feroz Estado autoritario.

Por eso, mientras celebramos los avances de nuestra región en esta Asamblea, debemos considerar lo que nos pide la Carta Democrática cuando nos enfrentamos a la alteración del orden democrático de un Estado Miembro: adoptar medidas concretas para que el gobierno de Ortega rinda cuentas. Esos esfuerzos demuestran que la OEA respalda sus palabras con hechos.

Pasando a Honduras, nos complace que la Misión de Apoyo Contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras (MACCIH) de la OEA se encuentre trabajando con el gobierno y la sociedad civil de Honduras para fortalecer la democracia hondureña y luchar contra la corrupción y la impunidad. Estados Unidos apoya esta lucha e invita a la OEA y a Honduras a buscar un reemplazo idóneo para el Dr. Luiz Guimaraes Marrey, que ha hecho un admirable trabajo como Vocero el año pasado y que terminará su mandato a fines de este mes.

No actuaría correctamente si no hablara de Cuba. Hoy, en Cuba, vemos una expectativa de que el cambio es inevitable, pero de que no llega lo suficientemente rápido. Los jóvenes cubanos nacidos durante una dictadura no están interesados en eslóganes revolucionarios vacuos.

Quieren lo mismo que los jóvenes en todas partes: oportunidades para usar su talento, ejercer su voz y forjarse un futuro auspicioso. Como sociedades democráticas, debemos apoyar a los jóvenes en Cuba —y en otras partes del hemisferio— en sus esperanzas de un cambio democrático. Aplaudimos al secretario general Almagro por sus esfuerzos durante el último año para dar visibilidad a la situación de los derechos humanos en Cuba.

Proteger las democracias, tanto las incipientes como las que se han establecido hace mucho tiempo, también significa defenderlas de actores malintencionados que intentan interferir en ellas y debilitarlas. La intromisión malintencionada puede adoptar muchas formas: la coerción en materia de endeudamiento y la manipulación de las elecciones nacionales son dos ejemplos que vemos en el mundo.

Estados Unidos continuará instando a los países a mantenerse alertas y a protegerse de estos intentos por parte de actores externos para restringir la soberanía nacional y debilitar nuestras democracias.

Para concluir, y en apoyo del pueblo de Nicaragua y del pueblo de Venezuela, volvemos a abocarnos a los compromisos asumidos hace 70 años en la Carta de la OEA y en la Declaración Americana.

Hoy, aquí en Medellín, tenemos la oportunidad de demostrar que esos compromisos se mantienen vigentes y firmes. Muchas gracias.